El término “realidad aumentada” (en el original inglés “augmented reality”) implica una combinación del mundo real con el virtual mediante un conjunto de procesos basados en la programación informática y en las posibilidades de almacenamiento de la documentación multimedia que proporcionan las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones.
Precisamente dicha combinación de lo real y lo virtual es lo que la diferencia de la realidad virtual, que se centra de manera exclusiva en un entorno no real pese a gestionar objetos y escenarios de apariencia real en los que el usuario tiene la sensación de estar inmerso a través de uno o varios dispositivos externos como gafas, cascos, guantes e incluso trajes especiales (acaso la industria de los videojuegos constituye el ejemplo más palpable de este segundo fenómeno).
La realidad aumentada se sustenta en cuatro aspectos tecnológicos fundamentales: una cámara que captura la imagen de la realidad que es vista por los usuarios, un soporte físico sobre el que se proyectará la mezcla de imágenes reales y sintetizadas, una infraestructura de procesamiento que interpreta la información del mundo real que recibe el usuario y genera el contenido virtual correspondiente y un componente de activación de realidad aumentada.
Esta industria comienza a mostrar sus posibilidades a finales de los años noventa aunque su eclosión no tendrá lugar hasta el inicio del siglo XXI. Operadores de telecomunicaciones, fabricantes de dispositivos, desarrolladores de aplicaciones verticales, proveedores de contenidos, representantes del mundo artístico… son quienes lideran este nuevo mercado y, desde el comienzo, subrayan la necesidad de contar con el respaldo de proveedores de globalización, internacionalización, localización y traducción de contenidos para el cumplimiento de sus objetivos.
Dicha situación se consolida a partir del comienzo de la segunda década del presente siglo, gracias, entre otras, a los considerables avances de la capacidad del hardware, a las nuevas funcionalidades de software de muy variada índole y a la llegada al mercado de una nueva generación de sistemas de geolocalización avanzada, acelerómetros y marcadores basados en las tecnologías de etiquetado de identificación por radiofrecuencia (RFID) y de codificado QR (o códigos bidimensionales).
Poco a poco nos encontramos ante la potencial implantación de la realidad aumentada en sectores como: marketing, ocio y entretenimiento, turismo, educación, salud, automovilístico, aeronáutico, búsqueda de información en tiempo real… En un corto lapso de tiempo coinciden lanzamientos comerciales de la repercusión socioeconómica de Project Glass por parte de Google (2012) o Pokémon Go de Niantic (2016).
A todo ello se añade un grupo de aplicaciones con mayor grado de sofisticación que se encuadran dentro del concepto de realidad aumentada inmersiva, de índole no comercial y no centradas en el usuario doméstico sino generalmente ligadas con el entorno militar, en las que la necesidad de disponer de un adecuado apoyo mutilingüe pasa de ser un requerimiento táctico a convertirse en una necesidad estratégica.
En esta línea más avanzada se encontrarían posibilidades como el empleo de técnicas holográficas en combinación con dispositivos físicos, la imbricación en proyectos relativos a Internet de las Cosas o la proyección de información sintetizada sobre el organismo humano, cuestión que plantearía no tanto dificultades de carácter operativo como reparos de tipo ético.
En definitiva, más allá de cualquier otra consideración la realidad aumentada nos muestra un interesante camino que sólo puede ser viable si se cuenta con el respaldo de soluciones de globalización, internacionalización, localización y traducción particularmente adaptadas a las peculiaridades de este emergente mercado. Aquellos proveedores GILT que pretendan beneficiarse de este potencial de crecimiento habrán de estar muy atentos a su evolución con el fin de adecuar su oferta de servicios en el corto y medio plazo. Este concepto de realidad aumentada ha servido además de base para lo que se denomina «Traducción aumentada» (Augmented Translation), del que hablaremos en otro momento.
Pedro L. Díez Orzas
Presidente Ejecutivo de Linguaserve
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