Durante este verano Francia ha reformado la Constitución e inscrito por primera vez en dicho texto el reconocimiento de las llamadas lenguas regionales como parte del patrimonio de la nación. La mención, aunque incluida en el artículo 75.1 relativo a las colectividades territoriales, ha organizado un considerable revuelo entre diputados, senadores, intelectuales, de todos los signos políticos e incluso la propia Academia Francesa de la Lengua.