Me gustaría iniciar este 2020 con un tema ligeramente distinto a los que acostumbro a tratar en Contextos. El reciente logro por parte de Linguaserve del Reconocimiento a las Entidades Colaboradoras de Prácticas otorgado por la UCM, del que informamos en este mismo número del boletín, me lleva a plantearme la cuestión: ¿hasta qué punto son valiosos los becarios y antiguos becarios en la estructura productiva de una empresa que forma parte de la industria GILT?

Comencemos por algunos datos que a mi juicio resultan particularmente relevantes: en la actualidad el cincuenta por ciento de la plantilla de Linguaserve está compuesta por antiguos becarios; además, nuestra compañía cuenta con un amplio programa de becas donde el estudiante en proceso de formación aprende a usar todas las herramientas necesarias para la visión general de un proyecto, facilitando su incorporación al mundo laboral y siempre respetando sus estudios y acompañándolo en el proceso.

Tengamos en cuenta que con la aprobación de los convenios de cooperación educativa (Real Decreto 1497/1981, modificado por el 1845/1994), el mundo de la empresa se vio positivamente afectado con la puesta en marcha sistemática de prácticas por parte de aquellos alumnos pertenecientes a toda clase de carreras universitarias.

La puesta en marcha del Espacio Europeo de Educación Superior (EEES) o Plan Bolonia contribuyó a reforzar esta tendencia y sentó las bases para que las empresas fomentaran la puesta en práctica de los contenidos teóricos conjuntamente con las competencias adquiridas en su formación académica. A fecha de hoy son muchas las empresas que acogen de buen grado a los universitarios para formarles en su propio entorno y sentar las bases para que estos alumnos tengan la oportunidad de poner en práctica los contenidos asimilados.

Esta realidad, por completo vigente a escala global, es aplicable al ámbito concreto de las empresas que ejercen su actividad dentro del sector de globalización, internacionalización, localización y traducción de contenidos.

Desde el comienzo de nuestras actividades hace ya dos décadas en Linguaserve fuimos conscientes de la confluencia de empresa, universidad y estudiante con el fin de aportar verdadero valor añadido para la formación de este último, y por supuesto siempre redundando en beneficios de los dos primeros. De ahí que fuimos más allá de la mera oferta de prácticas externas y nos decantamos también por facetas como la participación en seminarios, la visita de estudiantes a nuestras instalaciones e incluso la localización web de la página de la UCM.

Esta activa implicación con el mundo universitario ha motivado que parte de nuestro equipo directivo haya formado parte de distintos claustros docentes. De hecho, en la actualidad la compañía colabora con el Máster de Traducción Audiovisual y Localización (TRAVLOS), donde tengo el placer de compartir aulas con mi compañero Manuel Mata, accionista de la empresa y coordinador de las prácticas.

En suma, todo proveedor GILT que quiera acoger estudiantes en prácticas tiene que adoptar, de acuerdo con sus propios recursos, una estrategia para la buena planificación y gestión de estos nuevos recursos humanos. Es decir, ha de responder a las necesidades formativas del estudiante e incardinarlas dentro de su propia estructura productiva. Cualquier otra cosa serán atajos tan deontológicamente dudosos como escasamente eficaces para unos y otros.

Pedro L. Díez Orzas

Presidente Ejecutivo de Linguaserve

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