La Real Academia Española de la Lengua (RAE) define la palabra neologismo como “vocablo, acepción o giro nuevo en una lengua”. En buena medida, su utilización tiene que ver con aspectos como la globalización de la economía o el impacto de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones en el conjunto de los procesos productivos de cualquier sector de actividad.
Flair play, selfie, container, spoiler, cracker, bluetooth, bitcoin, startup, sudoku, youtuber, bullying, spam… Tal y como ponen de relieve numerosos especialistas en la materia el número de neologismos crece sin parar y tal situación, que afecta a todos los idiomas, constituye un desafío de primer nivel para los profesionales de la traducción.
En realidad la aparición de nuevas palabras está muy ligada con el progreso científico y tecnológico. Un entorno como el de la Sociedad de la Información (caracterizado por nuevos canales de comunicación y emergentes posibilidades de intercambio de la información) parece particularmente proclive a su surgimiento, desarrollo y ulterior consolidación.
Es cierto que en muchas ocasiones surgen dudas sobre cómo escribir estos términos y que ello genera una gran disparidad de opiniones sobre si deben o no traducirse los neologismos. ¿Cómo gestionar de manera adecuada esta ingente cantidad de palabras? Desde mi experiencia en la materia he aquí algunas recomendaciones para optimizar su presencia en la labor de un proveedor GILT. Por supuesto, debo matizar que la estrategia final viene dictada por el propio saber hacer de estos profesionales y que la estrecha colaboración entre cliente y proveedor es la mejor fórmula para superar este reto de manera satisfactoria.
Como punto de partida conviene evitar las modificaciones. Ámbitos como el científico, el tecnológico, el de la comunicación y marketing o el de los negocios transfieren extranjerismos hasta tal punto que su uso también acaba asentándose en otras lenguas. Tal hecho también ocurre con el español que pese a su formidable riqueza incorpora nuevos términos de manera constante. Lo indicado es respetar estos conceptos y no realizar ninguna modificación más allá de ponerlos en cursiva.
En determinadas ocasiones tampoco está de más citar el neologismo (es decir, dejarlo tal cual y explicarlo a continuación pese a que tal estrategia puede perjudicar tanto la fluidez como el ritmo de la traducción) y buscar un equivalente cultural (en este sentido se puede optar por un término similar al original y que tenga el mismo sentido, en línea con lo recomendado por la propia RAE en España o por las academias de la lengua de otros países).
De cualquier manera, sí que hay muchos casos concretos en que el neologismo se puede traducir de manera literal sin ninguna clase de pérdida. Por ejemplo, email por correo electrónico, webinar por seminario web, core business por negocio principal o pen drive por memoria USB o lápiz de memoria. Sin duda la pericia del especialista se lleva hasta sus últimos extremos a la hora de proporcionar una solución lingüística verdaderamente atinada, comprensible y eficaz
En suma, como puede advertirse no hay una regla específica ni un manual de estilo sobre la manera de gestionar la traducción de neologismos. Todas las posibilidades pueden ser válidas aunque siempre amparada en la experiencia del profesional GILT, quien debe estar al tanto de la actualización del banco de palabras de la RAE y de los términos que se van incorporando de manera espontánea al vocabulario de la calle.
Pedro L. Díez Orzas
Presidente Ejecutivo de Linguaserve
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