Que la traducción resulta siempre un proceso complicado es un hecho tan contrastado que no hace falta extenderse en demasía sobre él. Ahora bien, existen algunas palabras que hacen todavía más difícil si cabe la labor de los profesionales, ante la carencia de vocablos sustitutivos en otras lenguas. Indiquemos aquí algunas de ellas (aunque los ejemplos son mucho más numerosos, claro está).

Ilunga (tshiluba). Quizás sea la palabra más difícil, por no decir imposible, de traducir a otro idioma. Este vocablo pertenece a la lengua tshiluba, hablada en el sudeste de la República Democrática del Congo y significa: la persona capaz de perdonar un abuso u ofensa por primera vez, de tolerarlo una segunda vez, pero nunca una tercera vez.

Kyoikumama (japonés): Si el japonés resulta uno de los idiomas más indescifrables para los hablantes de lenguas románicas, esta expresión lo es aún más. La palabra hace referencia a la madre que presiona despiadadamente a sus hijos para que alcancen logros académicos.

Litost (checo): De esta palabra dijo el escrito Milan Kunderam: «He buscado vanamente en otras lenguas el equivalente de esta palabra, porque me parece difícil imaginar como alguien puede comprender el alma humana sin ella». Se puede definir como un estado de agonía y tormento surgido ante la visión repentina de la propia miseria.

Toska (ruso): El escritor Vladmir Nabokov la definió así: «En su sentido más profundo y doloroso, es una sensación de angustia espiritual, a menudo sin una causa definida. En el aspecto menos mórbido es un dolor sordo del alma, un anhelo sin nada que haya que anhelar».

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