El pasado 17 de mayo tuvo lugar el Día Mundial de Internet, una efeméride que cumple su décima edición. Impulsada inicialmente en España por la Asociación de Internet, en la actualidad engloba centenares de miles de eventos en distintos países de todo el mundo con los que pretende consolidarse su papel en nuestra actual Sociedad de la Información.

Es mucho lo que ha cambiado en Internet a lo largo de esta década. Desde el punto de vista cuantitativo, en 2005 había alrededor de 1.000 millones de usuarios conectados a la Red (alrededor de una sexta parte de la población mundial); hoy en día esta cifra asciende hasta los 3.000 millones de usuarios, según datos de la Unión Internacional de Telecomunicaciones, lo que viene a representar en torno al 43 por ciento del total de habitantes de la Tierra. Resulta también indudable que se ha producido una considerable mejora en la capacidad de ancho de banda en las conexiones y, en líneas generales, un abaratamiento en sus costes económicos.

Pero, con ser todo ello relevante, más lo es si cabe el aspecto cualitativo de la cuestión: en estos diez años Internet ha pasado de ser un macro almacén de información (un lugar donde se encontraba y continúa encontrándose toda clase de contenido) a convertirse en una mega ágora en la que tiene lugar una formidable conversación a escala transnacional, con fenómenos como las redes sociales o los blogs a la cabeza.

Uno de los elementos que cada vez adquiere más relevancia en el conjunto de eventos que conforman el Día Mundial de Internet tiene que ver con el fomento del multilingüismo, considerado como uno de los hechos paradigmáticos de esa Sociedad de la Información, hábitat natural de este nuevo estado de cosas que incide sobre usuarios finales, grandes corporaciones e instituciones.

Las ramificaciones de Internet obligan a atender con particular atención a un conjunto de usuarios que desconocen las tradicionales barreras de tiempo y espacio, para quienes los límites geográficos carecen de toda relevancia. Tal circunstancia incide sobre la estrategia de las empresas, las pautas de comportamiento de los consumidores o el papel de intermediación de las instituciones públicas. La apuesta online resulta un aspecto imprescindible para todas aquellas organizaciones de la más variada índole que pretendan situarse en primera línea de un entorno digital cada vez más competitivo y complejo.

Por supuesto en este novedoso entorno el papel de los proveedores de globalización, internacionalización, localización y traducción de contenidos (GILT) adquiere particular relevancia. Las empresas GILT se erigen como una de las principales correas de transmisión del formidable flujo de contenidos y conocimientos que son producidos, distribuidos y redifundidos.

Tal papel privilegiado no resulta en absoluto gratuito: cada vez son mayores las exigencias del mercado a las empresas GILT. Algunas de ellas han sido ya profusamente analizadas en anteriores números de Contextos: la apuesta por la calidad total en el conjunto de sus procesos productivos, la utilización activa e inteligente de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones, el fomento de la formación continuada en sus recursos humanos, el reforzamiento de la orientación hacia el cliente de la gama de soluciones y servicios concebidos-

Como empresa que aspira a desempeñar un papel destacado en este mercado, Linguaserve lleva apostando por estos vectores desde el comienzo de su actividad a finales del pasado siglo XX. Consideramos que, hoy más que nunca, cobra particular sentido nuestra apuesta estratégica por consolidarnos como un proveedor fiable y sólido, con capacidad para aportar a nuestros clientes todo el valor añadido que implica ofrecer un conjunto de soluciones que les permitan superar las barreras tecnológicas, lingüísticas, culturales, globales, locales y multimedia que resultan inherentes a un mercado global como el que hoy en día tenemos.